Nocturno II

Hace un rato, después de varios días, decidí prender un incienso y acercarme a mi ventana simplemente para observar la noche. Es una de esas madrugadas de invierno en las que me gusta caminar por los parques que están cerca a mi edificio cuando regreso de la casa de algún amigo. No es muy fría, ni calurosa; no hay vientos fuertes pero si una pequeña brisa como para que las hojas bailen a su ritmo. Me han dado ganas de escaparme un ratito a pasear, pero si lo hago mi madre me mata. Esta dormida… pero se puede dar cuenta.

Es una de esas madrugadas en la que es rico prender un cigarrillo y simplemente andar sin razón alguna. Tal vez hasta sin pensar en nada ni nadie, simplemente disfrutar el momento. No hay carros que pasan ni personas conversando por ahí, solo un par de gatitos que juegan cerca de la vereda. Me gustaría ser uno de esos gatos por una noche. Poder pasearme por la oscuridad sin ninguna preocupación, sin que la gente que me pueda cruzar piense que soy un posible ladrón o un drogadicto, que no busquen comprender porque voy por ese camino (aunque no haya mayor objetivo que el simple goce).

A veces pienso que sería divertido que la noche durara no solo una noche, sino varios días, o varias semana como el invierno en algunos países. Que la lluvia caiga como lo hace en los veranos europeos, pero con ese friecito rico y hasta un poco húmedo que se siente en noches como esta. Creo que sería el escenario ideal para mi vida.

Quiero una taza de café bien cargado para que me acompañe mientras sigo observando y sintiendo la noche. Quiero una persona a mi lado, no para hablar, sino solo para que esté a mi lado y me haga compañía mientras que se deleita de la misma forma que yo lo hago con este paisaje urbano misterioso. Quiero ser parte de ese paisaje y perderme poco a poco en la noche. Quiero que esa sensación se quede por mucho más rato que la misma noche.